El precio del alma 
 

 

Hay algunos, entre los que me hallo, que ven absurda la dedicación al rezo para pedir por algo, y que creen inútiles las misas pagadas a una parroquia para el buen destino del ánima de los difuntos. Así he pensado yo, siempre dudoso del justiprecio del destino.

 

Lo cierto es que ignoro si mi alma ha venido al Cielo gracias a los óbolos entregados por mi viuda al párroco de mi barrio, que ha pedido al Altísimo que se acuerde de mí en varias eucaristías, mencionando expresamente mi nombre al hacer un recuerdo genérico del resto de los difuntos. Morí sin extremaunción y con algún pecadillo pendiente de confesar: hacía años que no lo hacía, y el sacerdote del hospital llegó tarde a perdonármelos con su intercesión, porque la hemorragia me inundó de súbito y expiré minutos antes de su llegada. Lo que me pregunto es dónde estaría yo ahora si no se hubieran celebrado esas misas que me dedicaron. He en ) preguntado al Señor, al que tengo delante, pero sigue sin contestarme, comportándose igual que cuando me dirigía a Él desde la Tierra.

 

¿Su justicia infinita me habría denegado el paso a su Casa? ¿Se ha vendido mi alma a Dios por treinta monedas? Y el cura que las acepta, ¿cree de veras que es ése el precio de mi salvación?


FIN
Macario Polo Usaola